lunes, 1 de junio de 2015

La ciencia en el Quijote

La ciencia en el Quijote. Astros desde La Mancha
De qué temes cobarde criatura? ¿De qué lloras, corazón de mantequillas? ¿Quién te persigue, o quién te acosa, ánimo de ratón casero, o qué te falta, menesteroso en la mitad de las entrañas de la abun¿Por dicha vas caminando a pie y descalzo por las montañas rifeas, sino sentado en una tabla como un archiduque por el sesgo curso deste agradable río de donde en breve espacio saldremos al mar dilatado? (...) Si yo tuviera aquí un astrolabio con que tomar la altura del polo, yo te dijera lo que hemos caminado: aunque, o yo sé poco, o ya hemos pasado o pasaremos presto la línea equinoccial que divide y corta los dos contrapuestos polos en igual distancia.?


Marinero experto

Realidad y ficción virtual

Dentro de los actos celebrados en el reciente Foro Universal de las Culturas en Barcelona, tuvo lugar un diálogo titulado El Quijote y el pensamiento moderno. En el acto, se desgranaron algunas ideas interesantes sobre la dimensión ética de la obra, sus interpretaciones políticas e ideológicas y su relación con la ciencia. Los participantes estuvieron de acuerdo en destacar que la novela ofrece una visión humanística entroncada en un concepto de clara modernidad. Pero las aportaciones más originales giraron en torno a la ciencia. Según algunos de los ponentes, el Quijote no sólo refleja los avances tecnológicos de la época en medicina y astronomía, por ejemplo, sino que vislumbra productos tecnológicos que aparecerían siglos después. Según el filosofo del CSIC Javier Echeverría, "Don Quijote es un habitante de la telépolis moderna ya que sus aventuras se desarrollan en un entorno de realidad virtual".

En mitad de la aventura del barco encantado (segunda parte, capítulo XXIX), una imagen típica de las novelas de caballería en la que Quijote y Sancho son "abducidos" por un barco fantasmal que habrá de transportarles a lugares comíticos, el hidalgo parece querer epatar a su escudero con sus doctos conocimientos de navegación y astronomía. Don Quijote, navegante de las anchas tierras de castilla a lomos de un jaco feble, pasa por ser un experto marinero capaz de sacar del uso del astrolabio informaciones valiosas de cartografía celeste. En realidad, el triste caballero intenta calmar al terrenal Sancho, que llora desconsolado ante la aventura de introducir sus posaderas en la ilusoria nave.

¿Era Don Quijote conocedor de la ciencia de la astronomía? ¿Qué sabía Cervantes de astros y constelaciones? ¿Hasta qué punto estos conocimientos cobraron importancia en la España de los siglos XVI y XVII?

La lectura detenida de El Quijote nos arroja algunas pistas. El afamado prólogo de la obra, escrito en 1604, cuando Cervantes acaba de revisar el libro, expone con paródica intención una supuesta discusión entre el autor y un amigo imaginario que le sirve al primero para lanzar una sátira punzante, probablemente, contra Lope de Vega. Las palabras del amigo recogen una serie de graciosos adornos que han de acompañar a toda obra y poeta que se precien. Uno de ellos es el siguiente: "Para mostraros hombre erudito en letras y cosmógrafo, haced de modo que en vuestra historia se nombre el río Tajo, y veréisos luego con otra forma de anotación poniendo: El río Tajo fue así dicho por un rey de las Españas, tiene su nacimiento en tal lugar y muere en el mar Océano". Para Cervantes, pareciera que el recurso a la cosmografía supone una crítica a cierta petulancia sabihonda de los que gustan de citar fuentes y abarrotar sus textos de referencias cultas. 

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