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EN LA JOVEN
ENTIDAD. ( Lecturas de Morelos)
“… Las autoridades locales se dan a la
tarea principal de fomentar el progreso material y de mantener a toda costa el
orden y la paz, a contracorriente, las costumbres populares de los morelenses
no varían, se conserva una cadencia secular en la historia más íntima de las
aldeas, los hábitos de la vida cotidiana, el respeto hacia los mayores, la
manera de cubrir las necesidades espirituales y de resolver los problemas
sustanciales siendo el más importante de éstos la tierra.
Por encima de los cambios por venir en los tiempos de don Porfirio e
incluso después de la revolución, esos rasgos tan propios de los lugareños
muestran una constante en su comportamiento: el peso de la tradición. Desde el
primer ejercicio presidencial de Días (1877-1880), se echa a andar el proyecto
para impulsar al país. En ese lapso, Carlos Pacheco y luego Carlos Quaglia
ocupan el gobierno de la entidad, se inicia la construcción de la carretera de
animales; son ricos entre la gente del pueblo, tienen casa propia, construida
por don Gabriel con techo de palma y muros de adobe, emplazada en un solar al
oeste del lugar; además, un huerto con naranjos, limoneros y un sandial,
cercado de vara y duela, amarrado con mecate, donde crían cerdos, guajolotes,
gallinas, tienen algunas vacas, una novilla y una yegua; un sitio para la
hoguera, conocido como “Tlecuil”, otro para instrumentos de labranza y escobas
de vara.
En el interior hay petates, una mesa y sillas de madera; un arcón en el
que ponen ropa, mantas, sarapes; en una esquina están los enseres, en otra las
imágenes de los santos de su devoción a los que prenden veladoras. Doña Cleofas
es mestiza, anenecuilquense e hija de José Salazar y Vicenta Cerezo; acaso
morena, de ojos oscuros y pelo lacio que peina en trenzas.
Como otras mujeres del pueblo, se atavía con blusones y faldas de
algodón de colores vistosos, que ajusta con un ceñidor tejido por las indígenas
de la región; se dedica a las tareas del hogar. Don Gabriel, hijo de Estanislao
Zapata y María Ventura, originario de Mapachtlán (Villa de Ayala), trabajó como
jornalero en la hacienda de El Hospital
antes de avecindarse en Anenecuilco, donde vive desde los años sesenta,
mestizo también, quizá de piel cobriza, con ojos, cabello y bigotes cafés,
estatura media y complexión fuerte por sus labores en el campo, hacia 1879, tal
vez pinta canas, porta típico blusón holgado y pantalón de manta y sombrero de
ala ancha y calza huaraches de cuero, como Medina, Gutiérrez y otros hombres
del pueblo, pero a diferencia del resto, el guarda botones, camisa de seda y
traje de charro para las fiestas…”
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